Por Eduardo Martínez

Cuando un gobierno se equivoca, los ciudadanos debemos llamarle la atención. Pero cuando esas equivocaciones se suceden unas tras otras, debemos cambiar de gobierno.

Sin embargo, el cambio más importante es el de la terminología. Sobre todo, para un gobierno que hace del cambio de los términos una estrategia que cuadra perfectamente en su naturaleza: Eso de Cambiar todo, para que todo siga siendo igual. Y además, tirarse en el piso del sentirse ofendido, cuando se usa la palabra cambio. Y no dándose por aludidos, acusar a la oposición cada vez que llama al cambio, de estar incitando a un golpe de Estado, de ser parte de una conspiración, de estar incitando al odio y de ser traidores a la Patria.

Como la naturaleza del gobierno es el ser autocráticos, o de tener vocación autocrática por definición, no es de extrañar que se haya legislado para construir definiciones de delitos con estos términos, y penalizar el ejercicio de los derechos ciudadanos de naturaleza democrática. A los ciudadanos las más de las veces les importa un comino quién gobierna. Lo que les interesa es que se gobierne bien.

¿Y qué significa que se gobierne bien?

Puede ser que los ciudadanos se encandilen en ocasiones con los discursos. Que se sientan atraídos por la magnitud de las promesas y de como se les adornan estas promesas. Lo que sucede es que al final siempre se impone la realidad, lo práctico e inmediato a las personas.

Resumiendo, porque la lista puede ser muy larga, los ciudadanos comunes y corrientes, y eso incluye hasta los mismos jerarcas y sus familiares inmediatos, lo que quieren es abrir una llave de agua, y salga agua. Quieren apretar el interruptor en la pared, y que se encienda el bombillo pegado al techo. Quieren abrir la nevera, y que esté enfriando y llena de productos básicos. Quieren buscar un trabajo que les proporcione el ingreso necesario para llegar a fin de mes.

Así como también, salir a la calle y no lo asalten, ni a él o ella y a su cónyugue e hijos. Quieren tener acceso a entretenimientos, ir al cine, al teatro, a oír radio, enterarse de lo que pasa en el mundo. Poder decir lo que piensan, discutir esas ideas o rebatir las ideas de otros, sin que tener cerca unas orejas que lo estén vigilando.

La lista, como escribimos antes, puede ser muy larga. Y debe ser así. Una lista larga y llena de intensidades propias y a la medida de cada quien. Es su derecho y gusto. Igual para cada uno de los ciudadanos, sea el presidente, el ministro o el obrero de más baja calificación en la tabla jerárquica de los empleos. Sea ama de casa, que no tiene trabajo fuera de casa, o sea el gerente que tiene a su cargo cientos o miles de personas.

Exigir que el gobierne le de las condiciones mínimas para vivir con bienestar, no incitar a nada. Es exigir lo que se supone constitucionalmente a los gobernantes que cumplan con sus deberes. Otra palabra sustituida en el argot de este gobierno.

Pero para lo que aquí se dice no que quede en el campo de las teorías difusas, invito a los lectores a que elaboren su propia lista. Así, y a su manera -una vez elaborada su lista- puedan colocar al lado de cada una V de satisfacción con lo que se tiene, o una X de que no se tiene. Para al final, restarle al total de V, la sumatoria de cuantas X tenemos.

SALDO = V – X

Si es positivo, es decir que hay más V que X, podremos tener un resultado favorable de nuestra vida actual. Si por el contrario es negativo, es decir, hay más X que V, sabremos que el saldo es desfavorable. Amigos lectores, es el llamado a actuar en consecuencia. Procedan entonces a exigir que cambie el gobierno. No hay otra.