Por Eduardo Martínez

A una semana de las elecciones presidenciales los venezolanos preguntan, nos preguntan y se preguntan ¿dónde estamos parados?. La respuesta más sencilla es decir que nos encontramos en una encrucijada. ¿Cuál encrucijada?… Todo depende desde cuál ángulo se vea y se perciba. Siguiendo con lo más sencillo de responder, el argumento oficial es que vivimos en una democracia plena, donde para demostrar el argumento se señala que hemos tenido varias docenas de votaciones en 25 años.

Sin embargo, el régimen acompaña esta premisa con dos sub argumentos. El primero, que “nunca van a entregar el poder a la oposición”. El segundo, que esta democracia está asediada por una oposición, que recibe de ellos los más tenebrosos epitetos.

En ambos sub argumentos, tienen razón. Tienen razón, cuando dicen que no van reconocer el triunfo de la oposición. Quedó demostrado desde el mismo momento que el CNE anunció los supuestos resultados parciales en la media noche del domingo.

También tienen razón, cuando dicen que su democracia de 25 años está asediada. Siempre lo han dicho. ¿Asediada? Si, solo que esta vez está asediada por los millones de venezolanos -cerca del 70% de los votos- desde las elecciones del pasado domingo 28 de julio.

Es, entre estas argumentaciones y los posibles cursos de acción, en los cuales los venezolanos nos encontramos en estos momentos. Es una encrucijada hacia adelante. No hay retrocesos, y la realidad de la calle obliga a avanzar. En un camino o en otro.

Los caminos democráticos

El camino que antecede a esta encrucijada, fue el trazado y recorrido tanto por el régimen como por la oposición. Ambos por razones distintas consintieron en medirse en elecciones.

El régimen, agotadas sus promesas carentes de resultados, con la tercera parte de la poblaci[on en la diáspora, encauzados en tribunales internacionales, con una gigantesca deuda en modo “default”, con una infraestructura industrial destruida, y sobre todo, bajo sanciones que han sido financieramente efectivas, necesita con apremio flujos de dinero fresco para poder continuar. Con un régimen siempre con una legitimidad democracticamente dudosa, no tiene posibilidad alguna de obtener ese financimiento o recibir inversiones desde el exterior. Sin reales, el régimen puede dominar, pero no gobernar.

La oposición, por su parte, por enésima vez en estos 25 años, se ha aferrado a una ruta democrática que garantice para el país un cambio de gobierno democráticamente y pacíficamente.

Para conseguir los reales, el régimen necesitaba realizar elecciones presidenciales. En tanto la oposición, tarzó un camino civil para impulsar los cambios de régimen, políticas  y mejorar las condiciones de vida de los venezolanos.

Aparentemente el mismo camino, pero en la práctica por razones diversas. Continuismo versus cambio. Parados en el mismo punto, de cara al futuro inmediato, están a la vista ambos caminos. La oposición se paró firme con las actas en las manos. Mientra el régimen sin mostrar actas intenta continuar aferrado al poder que disfruta desde hace 25 años.

Las negociaciones

Los factores de poder internacionales, impulsan la realización de unas negociaciones entre las dos partes. No quieren que una escalada de la crisis tome de manera violenta las calles, y desestabilice la región. Es la acostumabrada fórmula pacífica y diplomática para crisis como la venezolana.

Esta posibilidad no está exenta de dificultades. La primera es que el régimen articula las consecuencias de la no existencia de una separación de los poderes del Estado. La segunda, que la oposición está dispuesta a negociar. ¿Pero negociar qué? Nada más y nada menos que le entreguen la presidencia a Edmundo González quien triunfó el 28-J. «Fuiste a la elección. Saliste derrotado. Debes entregar.»

La verdad, es que la oposición asistió a las elecciones sin mayores garantías, con todas las zancadilla posibles y, como si fuera poco, Maduro salió derrotado con unos resultados vergosozos. De tal magnitud, que en el historial electoral venezolano no hay antecedentes.

No es ni será fácil. ¿Qué camino tomarán los venezolanos?