¿Porque Maduro y su pandilla son intocables hasta por la CPI?
La idea de un «Narcoimperio mundial» en el que el narcotráfico y la corrupción hayan permeado profundamente en gobiernos y cooptado instituciones internacionales es un escenario preocupante pero no del todo irreal. Existen múltiples evidencias de que el narcotráfico ha infiltrado y corrompido a niveles significativos de poder en varios países, especialmente en regiones donde el tráfico de drogas es una actividad económica dominante.
En varias naciones, como Colombia, Cuba, Nicaragua, Brasil, México y Venezuela, las mafias del narcotráfico han logrado influir en políticas, elecciones y en la administración de justicia. Estos países enfrentan graves problemas de corrupción y nexos con el narcotráfico, que han comprometido la integridad de sus gobiernos y sus instituciones.
Las instituciones internacionales como la DEA, Interpol, la OEA, y la ONU enfrentan desafíos considerables en su lucha contra estos fenómenos. Aunque estas organizaciones tienen la misión de combatir el narcotráfico, la corrupción y defender los derechos humanos, su efectividad puede verse comprometida por varios factores:
Infiltración y Corrupción: Algunas instituciones pueden ser infiltradas o influenciadas por individuos o gobiernos corruptos, lo que socava su capacidad para actuar de manera efectiva.
Limitaciones Políticas: La lucha contra el narcotráfico y la corrupción a menudo choca con intereses políticos y económicos, lo que limita la capacidad de las instituciones internacionales para actuar.
Falta de Cooperación Internacional: La falta de colaboración entre países, o incluso la protección que algunos estados brindan a actores corruptos, puede impedir acciones efectivas contra estas redes.
Impunidad y Soborno: En muchos casos, las mafias pueden operar con impunidad debido a sobornos o amenazas, lo que dificulta la aplicación de la ley y la justicia.
La idea de un «Narcoimperio» global sugiere una organización estructurada a nivel mundial, algo que, aunque es plausible en términos de alianzas y colaboración entre carteles y redes corruptas, no se ha materializado en un solo ente coordinador. Sin embargo, la convergencia de intereses entre el narcotráfico, la corrupción y algunos gobiernos autoritarios podría estar creando un entorno internacional donde estas fuerzas están ganando terreno y neutralizando a quienes deberían combatirlas.
Quizás por ello, ante los genocidios, abusos y violaciones de los derechos humanos en diversas naciones, se observa una laxitud y la falta de interés en intervenir para defender a poblaciones que son víctimas de las narco-tiranías que las desgobiernan.
Y es allí también, quizás, donde radica la enorme impunidad con la que estamos viendo actuar al narcorégimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Nada ni nadie parece detenerlo en su brutal atropello contra la población, incluidos niños y enfermos. Parecería indetenible y sin contrapeso alguno para lograr que se detenga en su flagrante violación a los derechos humanos en Venezuela. La ausencia de una respuesta contundente por parte de la comunidad internacional y las instituciones encargadas de proteger los derechos humanos refuerza la sensación de que estas fuerzas ilícitas operan sin restricciones, fortaleciendo su control y perpetuando el sufrimiento de la población.
Estamos presenciando una batalla entre estas fuerzas ilícitas y los esfuerzos de la comunidad internacional para mantener la justicia, la democracia, y los derechos humanos. El desenlace de esta lucha dependerá de la capacidad de las naciones y las instituciones internacionales para resistir y contrarrestar la corrupción y el narcotráfico a escala global.