Por Eduardo Martínez

A menos de dos semanas de las elecciones presidenciales, el descalabro de la opción del candidato a la re elección ha llevado, a la cúpula que gobierna, a desplegar acciones que lo único que hacen es mostrar el desespero. El mundo se les cae encima -todo el mundo- y en consecuencia actúan como cualquier mamífero que se encuentra en estado agónico.

En los últimos días, los gremios periodísticos han contabilizado cerca de medio millar de medios de comunicación que han cerrado por medidas gubernamentales. Asimismo, han informado que en la medida que se acerca el 28 de Julio, se han producido bloqueos, cierres y hackeos a decenas de páginas web de información. Entre ellas, tres páginas dedicadas a la investigación de las llamadas “Fake News”.

Igualmente, se han incrementado las detenciones de ciudadnos que han facilitado o ayudado a la campaña de Edmundo González y las giras de María Corina Machado. Lo que incluye el cierre, multas y acoso a hoteles, posadas, comercios, alquileres de transporte, quienes prestan sus baños para las comitivas y hasta quienes los alojan en sus casas.

Esas acciones desesperadas del régimen, no son gratuitas. Obedecen a dos propósitos muy evidentes: por una parte evitar que le llegue a los ciudadanos la información y reportajes de las giras del candidato de oposición. Por otra parte, infundir el temor que se van a llevar por delante a quienes apoyen a los opositores.

En forma simultánea, han desplegado  una arremetida en la hegemonía comunicacional del régimen, y en las redes sociales, para sembrar la idea de que Maduro ha remontado en las encuestas y de que puede ganar. ¿Con cuáles fines? Por supuesto los más oscuros y abyectos que solo quienes se sienten perdidos, por cuanto ya no reciben apoyo popular, solo se les ocurre ese hacer: intentar trampas.

El costo de esas acciones de último momento suelen ser muy costosas para quienes las asumen. La historia está llena de ellas. Y nadie quiere que en Venezuela se alcancen esos niveles de deterioro social y político. El mundo, en su evolución milenaria, ha diseñado los medios para evitar que en las crisis y conflictos la sangre llegue a las calles: se resuelven pacíficamente con las elecciones. Para ello no hay secreto. Deben ser transparentes, justas y pacíficas. Hacer trampa y chanchullos, no entra en la ecuación. No hay otra manera.