Escrito por: Eduardo Martínez 

Un gobierno que no logra alimentar a la población en calidad, cantidad y a precios alcanzables con los niveles salariales existentes, indudablemente no gobierna. Ha fallado en su cometido al no satisfacer las necesidades del pueblo.

Los venezolanos sienten en el vacío de sus bolsillos y estómagos lo expresado en el párrafo anterior. Lo cual es fácilmente demostrable, porque los estómagos hacen el ruido de hambre, mientras los bolsillos son mudos: no hay el tintineo de las monedas.

En un país democrático, donde los mecanismos democráticos funcionan, el desenlace y cambio se presenta cuando el período de gobierno está por terminar y se realizan las elecciones. El gobierno que termina suele perder, sobreviniendo una nueva administración que tiene en sus manos dar un vuelco a la crisis.

En estos casos, la crisis económica y social que hasta puede generar una crisis política, no llega a perturbar el hilo democrático. Nada más y nada menos, porque existe un mecanismo idóneo: la alternancia democrática. Lo que permite un cambio de gobierno sin mayores consecuencias. En Venezuela y desde 1999, las crisis se han superado en malestar una tras otra sin que se den cambios de gobierno. La alternancia es un faltante. A lo cual se ha llegado por cuanto el gobierno de turno se las ha ingeniado para permanecer ininterrumpidamente en el poder. Esto a pesar de sus negativas gestiones y escasos logros.

Esa es la razón por la cual el régimen iniciado en 1999 ha ido acumulando “deméritos” electorales. Un término característico del mundo militar: demérito. Tal vez en este sentido, han contribuido.

Sin alternancia, la democracia es una ilusión, porque es algo así como la prueba ácida de la contabilidad gubernamental. Todo se da para un cambio de gobierno, pero elección tras elección solo se logra atornillar la élite gobernante en el poder, que se profundicen los errores y se amplíe la miseria. Por ello el gobierno está moribundo. Su agonía es a gritos. Les hace falta el oxígeno. No pueden conciliar el sueño por cuanto los problemas sin solución se convierten en pesadillas.

Esto nos lleva a pensar lo que un jerarca, de un país centroamericano, nos comentó tiempo después que salieron del poder que no querían abandonar: “Esa primera noche, cuando dejamos el poder, fue la primera noche que pude dormir completo”. La alternancia es la solución de los atribulados gobernantes venezolanos. No será distinto.