Por Eduardo Martínez
Venezuela es un país paralizado. Nada se mueve. Es el inicio de una recesión económica. Es fácil detener una actividad. Chávez lo hizo con un pito en la boca. Y después del pitazo, en cadena de radio y tv, en cuestión de días todo se detuvo. Lo que siguió fue una paralización total de la economía. Luego vino el amargo despertar. El régimen no sabía como echar a andar de nuevo las actividades económicas, empezando por la industria petrolera que es el motor impulsor de la economía nacional.
Desde este lunes 29 de julio, estamos viendo como las ciudades se están quedando sin la distribución de los alimentos perecederos.
En Caracas
En el caso de la ciudad de Caracas, los camiones de transporte no están ingresando a la ciudad. Las protestas en las rutas de entrada, desde las zonas agrícolas periféricas impiden la circulación. Así como la contratación de transportes alternativos. Nadie quiere arriesgarse.
Igualmente, el transporte colectivo está funcionado irregularmente. Lo que desencadena la no apertura del comercio y de las oficinas: parte del personal no se presenta a trabajar. Por la combinación, de no poder salir de su residencia por las protestas, o por no disponer del transporte interurbano, o ambas situaciones.
En el interior
En el interior, y en las zonas rurales, está ocurriendo lo mismo. Esto ampliado e impulsado por la paralización de la distribución de combustibles. Lo que también empieza a paralizar el transporte en las grandes ciudades, incluyendo la capital. Tanto en los grandes supermercados como los mercados municipales, ya empiezan a escasear los alimentos perecederos. Los comerciantes no tienen claro cuándo recibirán nuevos cargamentos.
Mención especial merecen los panaderos, quienes informan que no saben cuando recibirán los sacos de harina de trigo. Temen una escasez de panes y derivados. Sin claridad en los resultados electorales, no se ve a corto plazo una regularización de la movilidad en Venezuela. Lo que tiene paralizada la economía. Lo que llevará inexorablemente, si no se regulariza la paralización, a un proceso recesivo.
En estos casos de recesión con agitación en las calles, es una combinación terrible para la economía. Por cuanto el suministro de bienes y servicios se ven afectados, y eso a su vez, lleva a la inflación. Esta situación acaba con esa matriz que se quería imponer de que “la situación económica estaba mejorando”. Eso no existía antes del 28 de julio. Mucho menos ahora, después de los resultados anunciados por el CNE.