Para Anthony Vázquez fueron dos meses de estrés e insomnio, en octubre pasado, la dueña de la vivienda en la que vivía en el sur de Miami le avisó que tenía planes de aumentarle el alquiler. Como Anthony pronto comprobaría, era una muy mala noticia en el contexto del aumento incesante de precios de la vivienda que ha registrado esta ciudad del sur de la Florida, tan popular entre los turistas latinoamericanos.

Durante las semanas siguientes, la dueña de la vivienda le iría anunciando -en montos cada vez más elevados- el nuevo precio que quería recibir por la renta. El primer precio, que era de US$1.800 al mes, ya representaba un aumento considerable sobre los US$1.500 que venía pagando por una vivienda con dos habitaciones y un patio, en el que vivían sus tres perros.

Pero las cosas no se quedarían allí. La mujer luego diría que mejor sería cobrarle US$2.000, después aumentaría a US$2.800; y, finalmente, se plantaría en US$3.000. Un aumento del 100%, con respecto al año anterior. Ante ese incremento, a Anthony y su pareja no les quedaba más opción que hallar otro lugar donde mudarse con sus tres perros, por lo que solicitaron una hipoteca y comenzaron a buscar adónde ir.

«Por muchas noches durante esos dos meses estuve sin dormir, buscando cada noche con angustia», le comenta a BBC Mundo.

Y es que durante la pandemia, Miami se ha convertido en la segunda ciudad de Estados Unidos donde la vivienda resulta más costosa en relación con los ingresos de las personas -solamente superada por Nueva York-, de acuerdo con un análisis de la empresa de bienes raíces Realtyhop.

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