Por Rafael Urribarri

El colapso del techo de la discoteca Jet Set en República Dominicana, que dejó un saldo devastador de más de 200 víctimas fatales y cientos de heridos, es un trágico recordatorio de lo que ocurre cuando la negligencia, la falta de control institucional y la ambición desmedida se combinan.

Según los primeros reportes, el local ya había sufrido daños estructurales tras un a incendio ocasionado por un rayo y ocurrido anteriormente cuando era un cine . Luego de ser reparado, se instalaron en el techo unidades de aire acondicionado de gran tamaño y peso, tanques de agua y otros equipos adicionales. A esto se sumaron, en la parte interna del techo, estructuras metálicas, andamiajes, reflectores, luces y equipos de sonido. Todo ese peso adicional comprometió aún más la integridad estructural del edificio.

Es evidente que no se evaluó correctamente la capacidad de carga de la estructura y que las modificaciones no pasaron por un proceso riguroso de inspección técnica y permisos adecuados por parte de las autoridades competentes. La pregunta que hoy duele es inevitable: ¿cómo fue posible que un espacio tan concurrido operara con semejantes deficiencias sin que nadie interviniera?

La ambición de generar ganancias rápidas, sin priorizar la seguridad de las personas, sigue siendo una plaga que afecta muchas áreas sensibles y de alto riesgo. Esta tragedia no puede quedar como una más en la lista del olvido. Se hace imprescindible que las autoridades actúen con rigor, precisión y absoluta objetividad para determinar responsabilidades civiles, penales e institucionales.

Las vidas perdidas merecen justicia. Y la sociedad dominicana necesita garantías de que una catástrofe así no volverá a repetirse por la irresponsabilidad de unos pocos y la indiferencia de muchos.