Cerca de 10 mil inmigrantes, según cifras del Gobierno texano, han sido enviados en autobuses por el gobernador republicano de Texas a las ciudades que él llama “progresistas” -Washington, Nueva York y ahora Chicago-, una estrategia tildada de “racista” y que se espera continúe hasta las cruciales elecciones del próximo noviembre.

Los últimos dos autobuses llegaron el viernes a la terminal neoyorquina de Port Authority, en pleno centro de Manhattan, con un centenar de pasajeros que concluían así un largo periplo de varios meses a través de varios países centroamericanos hasta llegar a Nueva York en los transportes fletados por el gobernador Greg Abbott, del ala más derechista del Partido Republicano.

“Nos tememos que esta estrategia continúe hasta noviembre por la sencilla razón de que son entonces las elecciones en Texas”, dijo a el comisionado de Inmigración de la Alcaldía de Nueva York, el mexicano-americano Manuel Castro, en referencia a los comicios en los que Abbott se juega su reelección frente al demócrata Beto O´Rourke.

El Carabobeño recuerda que, la “estrategia de autobuses” comenzó en abril, cuando Abbott expresó que quería “enfrentarse a la escalada del desastre fronterizo” propiciado según él por el Gobierno de Joe Biden, y anunció entonces que iba a llenar autobuses con los inmigrantes que supuestamente colapsan la zona fronteriza y ponen en riesgo “el modo de vida” de sus pequeñas localidades.

Abbott es un católico practicante, pero su mano dura contra la inmigración ha sido afeada incluso por la jerarquía católica de Texas: en 2020, los 16 obispos de ese estado firmaron una declaración conjunta contra su política de negar asilo a los inmigrantes, recordándole entonces que “dar morada al peregrino” es un mandato religioso.